viernes, 16 de febrero de 2007

Càtedra de pedagogìa

Otra vez me había quedado dormido. Algunas veces las guardias, en espera de que Olsenn aparezca, eran interminables. El reloj marcaba las seis y diez. El dia, ya anunciado con los gorjeos de unos zorzales desvelados y una furgoneta de Clarín que abastecia los puestos del barrio, amenazaba con altas temperaturas. En el sobresalto lo que me quedaba del café, cayò con precisiòn sobre el pantalón de lino, justo entre mis piernas. El pantalón era negro y el café ya estaba frìo, no le dì demasiada importancia. Mirè mi reloj y me inquietè un poco, habìa perdido de vista la casa de departamentos por casi una hora. Olsenn podría haberse ido en ese tiempo. Instantáneamente el café derramado y el tiempo perdido se encontraron y a viva voz me insulté. Todavía un poco adormecido, pude ver como el concurrido bar se me quedaba mirando. Me acomodé el cabello, como si nada hubiera ocurrido, mojé mi cara con el agua que acompañaba el café y una servilleta de papel absorbió el sobrante. Cuando retiré el papel de mi rostro vi a Olsenn saliendo de su edificio. Dejé un billete de diez en la mesa y salí en persecución.
Llevaba cerca de dos años siguiéndolo y la idea de hacerme visible me venia tentando. El ritmo al que me sometía el seguirlo, de modo encubierto y sigiloso, estaba dañando seriamente mi salud. Apenas dormía, mi vida social habìa desaparecido y el trabajo lentamente se estaba haciendo eco de la situación. Sin embargo no hallaba la forma de llevar a cabo el encuentro. A pesar del tiempo que habìa pasado, no podía descubrir aún en que forma Olsenn se ganaba la vida. Sabia que era antropólogo, pero no estaba en actividad, jamás lo vi cerca de un ámbito académico. Tampoco estaba seguro de que hubiera ejercido alguna vez en Buenos Aires. Lo habìa visto realizar actos extraordinarios y extravagantes, pero jamás por dinero. Decidí buscar antecedentes de Olsenn en las Universidades y Colegios secundarios, tal vez pudiera encontrar algún dato que me permitiera presentarme.
Nelson llevaba puesta una bermuda caqui, una camisa de bambula blanca y mangas cortas, sandalias de cuero marrón, anteojos negros y un sombrero Panamá. Caminaba con paso vigoroso y resolución, no me sorprendió, estaba acostumbrado a sus cambios abruptos.
Su paso seguía siendo fluido a pesar del calor, la ciudad hervía en hedores. El verano tiene esas cosas en las grandes ciudades. Olsenn alternaba entre quitarse el sombrero cuando cruzaba una señorita y doblar las alas hacia abajo, al tiempo que desfiguraba el rostro, cuando se cruzaba algún niño. Las damas sonreían y los niños o corrían o se abrazaban fuerte a su madre.
De pronto y sin preámbulo se quedó clavado en el lugar. Yo que venía despertándome todavía, estuve a punto de llevármelo puesto. Pero mis reflejos despertaron, enseguida me agache e hice de cuenta que me ataba los cordones. Mientras, distraídamente, buscaba el motivo de su abrupta frenada. En la vereda de enfrente una señora, joven, de unos treinta años, discutía a viva voz con un chico de unos cuatro o cinco años, aparentemente se trataba de su hijo.

- ¿A ver?. En que idioma te lo tengo que decir Lautaro ?!!. Vos no entendès que no se puede correr así por la vereda?!!. Y mucho menos levantar cosas del piso, después te chupas un dedo. ¿Y?. ¿No ves que por acá pasan los coches a toda velocidad?. ¿Y si te caes a la calle?

A pesar del acalorado discurso de la madre, el chico continuaba corriendo, dando vueltas a su alrededor e imitando un sonido semejante a una sirena.
Olsenn cruzó la calle y yo tras él. Se acerco a la señora en el momento en que su cólera trepaba hasta los limites de la cordura. La alejó un poco del pequeño y conversó con ella a solas.

- Estimada señorita, veo que tiene un gran problema aquí. Pero como dijo alguien alguna vez, ningún problema existe que no tenga solución. Si usted está dispuesta, yo puedo solucionar este problema.
- ¿Y usted quién es?
- Mi nombre es Nelson Olsenn, pero eso no tiene importancia ahora. ¿Està dispuesta a solucionar este inconveniente?
- Bueno mire, no sé, este chico es imposible. Sinceramente me agota, me lleva a situaciones en las que pienso la forma de asesinarlo. Je, je, no es verdad, pero bueno, usted me entiende.
- Entiendo, bueno, insisto una vez más. ¿Quiere darle solución a este problema?
- Y si, claro que quiero darle solución. ¿Pero que puede hacer usted? .
- Bueno en realidad me encantaría poder hacerlo yo mismo, pero no va a ser posible, de modo que tendrá que hacerlo alguien más.

Nelson continuo hablando con la mujer por unos minutos mas y luego se retiró. Lo seguí. A unas cuadras de donde estábamos habìa una zona de casas tomadas, un lugar realmente lóbrego, hacia allí se dirigió el catedrático. Entro en uno de los Edificios, lo espere afuera. Al cabo de unos diez minutos lo vi salir junto a un hombre atemorizante. El lumpen llevaba una barba despareja, tenía quemaduras en el rostro y un ojo cerrado y supurante. Su estatura era cercana a los dos metros y era robusto y pesado. Estaba vestido con ropas sucias y viejas y èl mismo tenía esa condición. Al verlo sentí un poco de temor.
Caminaron juntos hasta el lugar en donde Olsenn habìa tenido la charla con la sufriente madre. Se detuvieron a unos quince metros, detràs de un àrbol, y vi a Olsenn gesticular y darle una serie de indicaciones al sujeto. Al terminar Olsenn saco unos billetes de su bolsillo y se los dio al cuasimodo.
La señora se habìa quedado por allí y el niño seguía en la misma tesitura. El corpulento y temible personaje caminò hasta el sitio y cuando el chico se alejó corriendo a unos cuantos metros de la madre, lo tomo de los costados, lo levanto y lo puso frente a su rostro. El pequeño se quedó petrificado. Al ver que el chico no respondía, el hombre comenzó a sacudirlo y gritarle en forma obscena :

- ¿Asi que te gusta correr, pendejo? . ¿Te gusta romper las pelotas? . ¿Sabes lo que le hago yo a los pendejos como vos? .

Antes que pudiera contarle lo que les hacia, la madre llego al rescate.
Con voz firme, la mujer ordenó a Cuasimodo que dejara a la criatura en el piso. La bestia inmediatamente obedeció y puso su mejor gesto de disculpas, aunque no le salió demasiado creíble. La madre reprendió severamente al vago y lo humilló dándole un carterazo, luego pisando fuerte y con un ademán lo hizo retirarse. El impactante monstruo se fue casi corriendo.

Olsenn, volvió a acercarse a la mujer y le dijo.

- Tengo su teléfono. En unos meses hablamos.

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

ahhh nooooo!!! asiii noo ehh....cada vez peorrr.....antes porque intrigaba como lectura....ahora intriga cual escena de pelicula detenida porque el laser del dvd no te lee la alt raya que tiene el circulitoo....

ASIQUE PONETE MEDIA PILA DIOGENESSS......Y DECIME PORQUE SE QUEDO CON EL TELEFONOOO Y PORQUE UNOS MESES!!!!

EJEM....bue muy bueno che....realmente quiero saber que sucede con cuasimodo y los protagonistas de la escena descripta...

besos...

un admirador/es/a/as

Diogenes Fuertes dijo...

Anònimo/a/os/as, si yo lo supiera ya lo hubiera escrito. Olsenn sigue siendo un gran misterio para mì.

Sin embargo tengo una leve sospecha acerca del motivo, pero no serìa ètico presentarlo aqui.

Gracias por pasar y si vuelve seràn muchas gracias.

Anónimo dijo...

:)

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