jueves, 2 de agosto de 2007

De vuelta en lo de Perdriel

En otra ocasión, mucho tiempo después, volví a pasar por lo de Don Perdriel.
Perdriel siempre tenía a mano una buena anécdota para contar. Como todo hombre de campo dedicado a las labores pulperiles, tenía una cualidad innata para la narración verbal.
En todo caso su histrionismo se veía enturbiado en sus comienzos, todos sus relatos empezaban con un lamento afirmando que el campo ya no era como antes, pero esto apenas alcanzaba a ser un prólogo repetitivo, en cierta forma hipnótico, que no mellaba en absoluto su talento.
Frente a esta situación, mi dificultad residía en traer nuevamente a la escena la figura de Olsenn.
Perdriel no tenía sospechas del verdadero interés que me movía y yo no tenía intención de que lo conociera, de modo que pasaba un buen rato escuchándolo hablar de sus historias.
Sus relatos versaban acerca de la valentía de ignotos gauchos, que habiendo quedado en el olvido, cargaban en su historia con una larga tradición de hazañas y aventuras y de otros que situados en lugares de privilegio, no habían hecho nada en realidad, o lo que es peor, habían tomado prestado el mérito de los olvidados.
Aquel día, mientras Perdriel terminaba de delinear el perfil bravío y rebelde de un tal Eusebio Paredes, encontré la ocasión de traer a su memoria a Nelson Olsenn.
Aparentemente, el gaucho Paredes, no había sido un hijo exclusivamente de la vida, en su lugar y a condición de provenir de una familia muy acaudalada, había sido enviado a Europa a estudiar. Allí se había interesado mucho en la filosofía y otras disciplinas del pensamiento. Ya de regreso a la Argenta patria se encontró con un trágico panorama, su familia, en disidencia con las autoridades del momento, había sido asesinada y toda su fortuna había sido confiscada.
Ante esta cruel realidad y con sus nuevas ideas sembradas en el viejo mundo, juró vengarse y tomó el camino solitario y parea de las pampas, se convirtió en gaucho cimarrón, una vida que al menos Perdriel recordaba claramente.
Aunque la historia de Paredes era interesante, aproveché aquí para desviar el asunto y nombré a Olsenn.

- ¿Su amigo, Nelson Olsenn, también había sido un estudiante de Filosofía no es así?
- Olsenn no solo jué estudiante'h filosofía, jue una persona interesada en una gran varieda'he cuestiones. Jué un precursor, centrao'ho en la sicología, cuando esta recién comenzaba a esbozarse como cencia. En todo caso, gracia'h eso fue como lo conocí.
- ¿Cómo es eso?. Quiero decir, ¿cómo fue que lo conoció?.

“Tenía Olsenn para ese entonces vintiocho años y había llegau a la Argentina dispué de una intensa travesía por el Globo... Algo que distacaba y estraniaba a la vez, era su impecable uso'h el idioma y su perfecta pronunciación, aunque esto, claro, se hiciera evidente mucho dispué”.

Así comenzó Perdriel su relato, olvidándose esta vez del campo que él conoció o acaso no queriendo ser reiterativo. El relato continuó a paso tranquilo entre mates y la parsimonia de los pueblos.

- El caso es que era muy temprano de mañana, yo ya estaba trabajando para Don Isidro Esquivel, el dueño original de esta pulpería y ahí mismito se avecinaba el festival de doma'h e potros... - prosiguió el paisano con su relato - se había juntado mucha gente en el pueblo. Entre los presentes había caras conocidas y otras que no se habían dejado ver jamás por ahí. Había muchos que uno conocía por que solían pasar por el pueblo cada tanto, pero no eran oriundos di acá, estaban los de todos los días y estaban los que se veían por primera vez. Andaba yo atareado con mis ocupaciones y en de repente alguien me tocó el hombro.

- Noble labor la suya compañero. ¿Que tiene pah'ofrecer?

- Lo qui usté ordene mi amigo – le contesté al aparecido, aunque me había caído de sorpresa.

- Bueno y ¿qué es lo que toma la gente acá?

- Vea, acá la mayoría son amigo eh’ la giñebra.

- Ande puéh, sírvame de esa entonces.

Mientras buscaba el vaso y la botella pa'hservirle lo miré detenidamente, algo me había llamao la atención ya desde el prencipio, pero no me había percatao de que era.
Con un poco mas de observación me fue imposible no verlo, el paisano que tenía enfrente vestía a la perfección las pilchas de un hombreh'e campo, fectivamente las ropas estaban impecables, eran sin duda nuevas pero eso no era lo llamativo, todos estrenaban pilchas para las domas; lo curioso era que este gaucho llevaba unas raras botas a cuadros de un material que yo no había visto jamás. En ese momento sentí un poco de pena por el hombre. No podía dejar que se mezclara con el resto calzado de ese modo.

El parroquiano que Perdriel tenía enfrente, era la clara imagen del gaucho, nadie iba a poner en duda su condición, su desempeño y destreza, su carácter y hasta su humor. Era un gaucho hecho y derecho.
Sin embargo, tenia esas extrañas botas que desentonaban con su condición gauchesca.
- Yo no me atrevía a hacérselo notar, - continuó el hombre de campo - no me atrevía a hacerle mención de su condición por temor a como podría tomarlo, pero entonces...

- ¿Usted se dio cuenta?

- No sé de que me habla- respondí.

- De mis botas mi amigo.

- ¿Qué tienen sus botas?

- No se haga el distraído, no responden a mi atuendo general y usted se dio cuenta, ¿no es así?.

- Si, me di cuenta pero no quería hacérselo notar.

En ese momento me pregunté porque llevaba esas botas entonces, si estaba al tanto de que no correspondían con el resto del atuendo.

- Bien estaba esperando este momento, hace largo tiempo que estoy interactuando con la gente del lugar y hasta ahora nadie notó ese pequeño detalle que me distingue del resto. Sin embargo usted mi amigo no necesitó demasiado tiempo, inmediatamente dio con la clave.

- Perdóneme la pregunta, pero... ¿por qué anda con esas botas entonces?

- Buena pregunta mi amigo. Fíjese, mírelas bien, no son tan distintas del resto, tienen una particularidad si, pero no es algo que se note a simple vista, sino más bien con un poco de atención. Yo estaba buscando alguien que notara esa diferencia y no fuera tan desbocado coma para ir y contárselo a todo el mundo. Y acá lo encontré a usted.

Cuando el amigo Olsenn me hizo esa observación, tuve que coincidir con él, las botas no eran tan extrañas ni tan distintas comparadas al resto. Aunque al principio si me habían parecido completamente incongruentes, la verdad era que sus botas apenas tenían una diferencia insignificante.

- ¿Sorprendido mi amigo? – me dijo – quédese tranquilo, no tiene que preocuparse, algunas cosas ocurren así.

Después de decirme eso, me saludó y se perdió entre los paisanos, no lo vi participar de la doma ni volví a verlo por un largo tiempo. Pero eso es cuento pa'ahotra ocasión.
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