jueves, 10 de enero de 2008

Religión, mitos y leyendas


No estaba ni cerca ni lejos, ni dentro ni fuera, no pertenecía ni dejaba de pertenecer, me encontraba en un lugar incierto que por momentos parecía abarcar el todo pero al mismo tiempo me dejaba muy lejos de ahí.
Las preguntas bramaban como pingos desbocados por salir de la gatera. ¿Qué afán impedía que dejara de seguir a Olsenn? ¿Por qué razón dedicaba tanto tiempo a descubrir quién era realmente Nelson?. ¿Era yo parte del mundo del catedrático?, sin duda el se había convertido en parte de mi mundo.
No había respuestas, pero no podía permitir que mis dudas paralizaran la acción, lo único cierto era que tenía que seguir tras los pasos de Olsenn.
Habían pasado unas semanas de mi última visita a Perdriel y creí prudencial el tiempo transcurrido para volver a incomodarlo.
Llegando al pueblo presentí que las cosas estaban raras, veinte minutos después, al llegar a su rancho confirmé el presentimiento. Nadie contestó a mis aplausos, salvo algunos chuchos de la zona con aires de pertenencia.
El atardecer de aquel día fue extraordinario, almorcé un típico asado a la cruz y presencié una fantástica carrera de sortijas, pero ya cuando la tarde se hacía noche y mis aplausos volvían a resonar en lo de Perdriel, el sinsabor volvió sobre mí, evidentemente el hombre había tenido que dejar el pueblo.
No podía seguir esperando y aunque no encontrarlo me resultaba extraño, no presté demasiado interés al evento. Ciertas obligaciones contraídas en la Capital entretuvieron mis pensamientos de regreso a casa.
Todo el día siguiente fue ir de una rutina hacia otra, pase una buena parte avocado al trabajo, otra porción a cumplir las obligaciones contraídas, aunque gratas, para finalmente llegar a casa entrada la noche.
Es cierto, mis tiempos ya no eran como al principio, no disponía de la libertad que tenía en los inicios. Dar con Nelson se había convertido en una tarea muy complicada, ya no por mi dificultad en hallarlo, sino por la limitación de mis tiempos.
Volví a revisar las notas esa misma noche, después de cenar, necesitaba trabajar en algo, me sentía inquieto.

“El pequeño Nelson se había criado en un hogar de mucha fe, una fe que en principio había hecho danzar a peces y prendas y unos minutos después llevó el amor a la vida de Erling. Es curioso, pero no era él quién profesaba esa fe, sino Asa.
Cuando aquellos eventos tuvieron lugar el padre de Nelson, aunque sin duda había quedado sorprendido, como buen hombre práctico y sin perder un instante, olvidó los pormenores de la magnífica escena y se encargó de disfrutar los resultados.
Asa aunque dueña también de una gran practicidad, poseía una capacidad natural para la observación.
Prestó especial atención a cada uno de los detalles de lo que allí se había desarrollado y luego se encargó de explicarle al excitado Erling porque los eventos sucedieron de ese modo y en una concatenación perfecta de situaciones.
Asa había realizado un sincretismo, entre los mitos y leyendas Nórdicas y un sinfín de lecturas, convirtiendo a todo aquello en su religión. Una religión por lo pronto muy personal, pero que al parecer le funcionaba.
La buena posición económica de su familia y un padre con aficiones intelectuales, fueron la chispa que generó su creatividad religiosa. Asa tuvo acceso a una cuantiosa literatura que no dejó pasar inadvertida y consumió ardorosamente.
Sus lecturas se sucedían entre libros sagrados, novelas, tratados filosóficos, poesías, ensayos y obras para teatro.
Poco a poco todo aquello decanto y fue conformando una serie de principios y creencias, su propia cosmogonía por decirlo de algún modo, que con servicial empeño inculcó a toda su familia.
Incluso las mascotas del hogar debían cumplir determinados ritos para estar en armonía, la gran ballena azul y el atún, aunque esporádicamente, nunca dejaron de visitar la residencia de los Olsenn.
Visto a la distancia no podría tildarse a Asa como una fanática, sin embargo en algunas ocasiones uno podría verse envuelto en dudas razonables.
Los Olsenn creían en la vida después de la muerte, aunque no estaban muy seguros de creer en la muerte durante la vida. Así también poseían una profunda fe en la reencarnación, en este punto fue crucial la experiencia de Erling quién rezaba cada noche por conseguir un podólogo apropiado.
Sus creencias situaban en la realidad física presencias espirituales o acaso fantásticas, sin por esto creer que no pertenecieran a este mundo.
Gnomos, enanos, Elfos, hadas y todo tipo de criaturas convivían e interactuaban constantemente con todos nosotros de acuerdo a su creencia.
En general las fantásticas criaturas solían actuar de forma negativa con los seres humanos y Asa estaba bastante convencida al respecto. Según ella podía observarse esto en cualquier situación de la vida o acaso de la historia. Cuando le pedían un ejemplo, decía estar prácticamente convencida que Friedrich Nietzsche había sido seducido por hadas y enanos al escribir su mayor obra “Así habló Zaratustra”, aunque sus dudas oscilaban entre victimizar al autor o a sus lectores.
Lo cierto es que en el caso de los Olsenn y para gran sorpresa de Asa, la influencia de las mágicas apariciones había sido positiva.
Asa había dedicado un extenso tiempo en explicar a Erling los pormenores de su encuentro. Tuvo, en principio, que contarle, peor aún, hacerle creer en la existencia de gnomos, enanos, hadas y demás formas de vida y pacientemente llevarlo a comprender que él jamás había logrado domar a ningún pez o animal marino, que todo aquello había sido arreglado exclusivamente por estos seres extraordinarios.
Erling tenía su orgullo y no cedió fácilmente el punto, no iba a permitir que su mujer, por mucho que la amara, diera por tierra con su mayor logro en la vida, ese prodigio de la naturaleza le pertenecía e iba a luchar ferozmente para demostrarlo.
Tomó del brazo a Asa y a tirones la llevó hasta orillas del mar, una vez allí comenzó su silbado pregón.
Asa parada a su lado dejó ver un gesto de conmiseración, miraba a Erling con lástima. Por su parte Erling comenzaba a verse como un pequeño globo aerostático rojo, en su afán por lograr su cometido había olvidado aspirar unas bocanadas de aire cuando la melodía lo permitía.
Esa tarde Erling silbó mientras el sol se escondía detrás del horizonte, silbó y no dejó de silbar hasta las primeras horas de la madrugada, cada tanto Asa, que estaba a su lado, le acercaba un tazón con agua para humedecer los labios. Entretanto el aprovechaba para sugerirle que no era temporada de pesca y los peces se encontraban tan lejos de la costa que la distancia no les permitía oír el mesmerizante llamado. Ella lo escuchaba con resignación.
Finalmente Erling fue convertido y los dos volvieron a casa alejándose de la costa como en el final de una película de Charles Chaplin.”

Había pasado completamente por alto esa parte de la información, al releerla comencé a atar algunos cabos sueltos. Habían ocurrido cosas extrañas desde mi primer encuentro con Nelson, tener esta aproximación cercana a sus creencias, o al menos a las creencias con las que había crecido, no hacía mas que generar mas preguntas, sin embargo tenía ahora un hilo conductor, un pequeño aliciente y una fuente de posibles respuestas con las que podía comenzar a entretenerme.
Mi primera impresión, sin embargo, fue de incredulidad, no imaginaba a Olsenn hablando con enanos o viendo danzar a las hadas, pero ya me había acostumbrado que frente a Nelson Olsenn uno no podía estar muy seguro de nada.
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